lunes, 24 de octubre de 2011

Farinelli. De la capacidad de conmover que tiene la música, II.

Metastasio, la cantante Teresa Castellini y Farinelli

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La pasión por «il bel canto» había llegado en Londres al fanatismo, contraponiendo dos bandos, artista contra artista y compañía contra compañía. Se intentaba arrebatar el cetro del mundo musical a Haendel, y contra su teatro se creó la compañía rival, «Opera of the Nobility», a la que como atracción estelar se incorporó Farinelli* en 1734. Esta competencia, que acabará a la postre arruinando ambas compañías y con ellas la ópera en Inglaterra -pues una ciudad no podía soportar dos compañías simultáneamente, dadas las astronómicas cifras que cobraban los cantantes-, tiene una pausa durante la cual se logró en una ópera la actuación conjunta de Farinelli y del otro gran astro del momento, Senesino.

Un contralto y la preferencia de este tipo de voz por Haendel explican la que tuvo de este músico sobre Farinelli, soprano. Se logró hacerles cantar juntos (Senesino**, astro del momento). En el ensayo, la orquesta olvidó seguir tocando, embobada ante el virtuosismo de Farinelli, y en el estreno ocurrió una anécdota memorable: Farinelli representaba a un héroe encadenado, hacia quien se encamina agresivo el tirano enfurecido, representado por Senesino. Farinelli entona su aria, con tal impacto sentimental que Senesino, en pleno escenario, olvida papel, rivalidad y público y corre a abrazar llorando a la supuesta víctima.

Este simpático e inesperado incidente nos lleva a comentar un aspecto singular del arte de los «castrati»: su increíble potencial lacrimógeno. Teatro, ópera, cine, novela y serial radiofónico se han utilizado en parte para llorar «bien a gusto», pero no creo exista equiparación con lo conseguido por estos mutilados eufónicos. La sorprendente resonancia afectiva del canto de los «castrati» se valora por todos los comentaristas, y por el rico anecdotario comprobamos su especial potencia para provocar el llanto.

Entre el anecdotario plañidero destaca también la actuación de Gasparo Pacchierotti***, que cantando en Venecia el papel lastimero del protagonista del “Artajerjes”, de Metastasio en 1785, tras un aria especialmente emotiva, notó con asombro que la orquesta no ejecutaba el «ritornello»; se acercó al borde del escenario a interrogar al director y le encontró desbordado por el llanto, y que, incapaz de dirigir, le señaló a la orquesta, que llorando en pleno (igual que los espectadores) tardó varios minutos en reponerse y poder tocar. La capacidad de Pacchierotti para desencadenar incontinencias emocionales es tan llamativa que aparece como un leit motiv en las crónicas de sus actuaciones en recitales: «He visto a sus auditores, incluso a los menos iniciados musicalmente, embargados por el llanto, mientras él cantaba». Por supuesto, no falta un compatriota (estas cosas siempre las hacen los compatriotas), que envidiando tan espectacular inducción al transporte lacrimoso en la ópera de Londres, escribe (Niccolo Tommasco, se llama el envidioso): «No tiene gran mérito que mueva al llanto a los ingleses, ya que estos dóciles isleños esperan ovinamente a que el duque de Orleans, desde su palco, dé la señal de llevarse el pañuelo a los ojos en disciplinada unanimidad ».

Es más meritoria esta capacidad de irradiación sentimental de Pacchierotti, pues le falta planta de actor, al haber pagado su cuerpo tributo al eunuquismo: quedó deforme y desgarbado; «...es su voz la que tiene un increíble poder amoroso». El propio músico es propenso a la incontinencia emotiva. En su debut en Sicilia estuvo a punto de ver quebrada su carrera, que se iniciaba en una ópera en que cantaba la Gabrielli (una prima dona de las más fenomenales e insorportables). Escuchándola, Pacchierotti se refugió llorando entre bastidores, “desesperado de no poder igualar a tan formidable cantante”.

Al asombroso incidente de Farinelli con Senesino se suma otro similar al que acabamos de relatar sobre Pacchierotti. Un principiante, Gizziello, debuta en una actuación de Farinelli, y al escuchar a éste, se desmaya; tanto le abruma la superioridad del coloso. Pero éste, movido como siempre por su buen corazón, conforta a Gizziello, le obliga actuar y le empuja al triunfo.

(Locos egregios. J. Antonio Vallejo Nájera. Planeta Agostini. Memorias de la historia. Barcelona, 1996, pp. 99-112).

* Farinelli (1705-1782), sobrenombre por el que era conocido Carlo Broschi, es uno de los más famosos castrati italianos del siglo XVIII. Debutó a los quince años, y a partir de ahí interpretó los mejores papeles de soprano en ópera, no sólo en su patria sino en Londres, Viena y Madrid.

** Francesco Bernardi (1685-1759) más conocido como Senesino, fue uno de los principales castrati de la historia, y uno de los cantantes predilectos de Haendel.

*** Gasparo Pacchierotti (1740-1821). Sus éxitos en Londres, sonde se convirtió en el mimado de la ciudad, le dieron proyección continental, y a partir de 1770 fue reclamado por los principales coliseos líricos de Europa.


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