Paseando por el claustro de la
cartuja de Santa María de El Paular, en Rascafría (Madrid), y al mismo tiempo
que observaba los recientemente recuperados cuadro de Carducho[1]
resonaban en mis oídos o, mejor, en mi alma, los cantos de los cartujos que allí
habitaron durante varios siglos: al deleitarme en la Conversión de San Bruno
me llegaba el sonido de los maitines nocturnos; al contemplar la Aparición
de la Virgen a un hermano cartujo resonaba en mi interior el sobrio canto
de la misa al amanecer; y mientras me impresionaba la Muerte de San Bruno
llegaba el lejano sonido de despedida de la antífona Salve Regina, que cerraba
el oficio de vísperas. Todas las vivencias, emociones, sentimientos, contradicciones,
alegrías, frustraciones, luces y sombras, pasaron por estos claustros que ahora
piso con respeto y agradecimiento.
La Cartuja de El Paular, situada en
el valle del Lozoya, en la vertiente madrileña de
la sierra del Guadarrama, se merecía ese
regalo, que hoy podemos visitar. En efecto, la obra maestra de Carducho fue la
realización, entre 1626
y 1632,
de 56 grandes cuadros para cubrir otros tantos huecos en el claustro. Estos 56
cuadros de diez metros cuadrados cada uno, conocidos como la serie cartujana, le valieron 130.000 reales
del prior Juan de Baeza, quien fue
el que le encargó el trabajo, y narran la vida del fundador de la orden, san Bruno de
Colonia, así como la historia de la orden cartuja. En su taller de
la calle de Atocha, auxiliado por sus discípulos Bartolomé Román (1596-1659) y Félix Castello
(nieto del Bergamasco), llevó a cabo
el encargo, que le tuvo ocupado durante seis años. Con la desamortización
en 1835
fueron repartidos entre diversos museos e instituciones de España, pero sorprendentemente
- y tras muchas vicisitudes - se conservan 52 de los 54 cuadros del ciclo (dos
se perdieron, probablemente quemados por los republicanos durante la Guerra Civil Española, 1936-1939).
Tras la
exclaustración de los cartujos en 1835, el monasterio estuvo abandonado hasta
que en 1954
se cedió en usufructo vitalicio a la orden de San Benito. Tras nueve años de
trabajo, en el verano de 2006 se finalizó la restauración de los 52 cuadros del
ciclo. Ello fue posible merced a los desvelos del estudioso alemán Werner Beutler y de los
responsables del Museo del Prado. La tarea fue difícil, teniendo
en cuenta que cada uno de los "mediopuntos" mide 3,45 x 3,15 metros,
y que el estado de conservación de casi todos era lamentable. Destacan en especial
como obras maestras de este conjunto los ya mencionados antes: la Conversión
de San Bruno, la Aparición de la Virgen a un hermano cartujo o la Muerte
de San Bruno. Otros cuadros narran milagros, apariciones, éxtasis, pesadillas
monstruosas y aparatosos martirios, a manera de una gran novela visual. Otros
cuadros poseen, como valor añadido, el anecdótico; por ejemplo, en Muerte
del venerable Odón de Navarra
aparecen retratos del propio pintor y de su amigo Lope de Vega.
En agosto de
2009 se llevaron a cabo
unas importantes obras de restauración y climatización del claustro, precisas
para poder obtener el retorno de la serie cartujana de Vicente Carducho a su
lugar original,2
proceso que culminó en 2011
con la reinstalación de los 52 lienzos supervivientes de los 56 originales.
Y, claro, si
después de tal empacho de belleza uno se pasa por la tienda de productos
monásticos de El Paular, es imposible sucumbir ante tamaño despliegue: pastas,
licores, vinos, mermeladas, quesos, miel, y más y más… todo ello de
monasterios. Es imposible dejar este extraordinario conjunto artístico sin un
halo de nostalgia por la historia allí acumulada y perdida, y por la “mensa”
que allí se queda preparada: missa et mensa.
[1] [Vicente
Carducho o Vincenzo Carduccio, (Florencia;
1576 ó 1578 - Madrid; 1638)]; pintor barroco
de origen italiano,
cuya actividad artística se desarrolló en España,
maestro de pintores como Juan Ricci, Pedro de Obregón, Francisco Collantes, Bartolomé Román y Félix
Castello.
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