sábado, 26 de noviembre de 2011

Una pintura: Carducho. Un sueño: La Cartuja de El Paular. Una melodía: la cartuja.



            Paseando por el claustro de la cartuja de Santa María de El Paular, en Rascafría (Madrid), y al mismo tiempo que observaba los recientemente recuperados cuadro de Carducho[1] resonaban en mis oídos o, mejor, en mi alma, los cantos de los cartujos que allí habitaron durante varios siglos: al deleitarme en la Conversión de San Bruno me llegaba el sonido de los maitines nocturnos; al contemplar la Aparición de la Virgen a un hermano cartujo resonaba en mi interior el sobrio canto de la misa al amanecer; y mientras me impresionaba la Muerte de San Bruno llegaba el lejano sonido de despedida de la antífona Salve Regina, que cerraba el oficio de vísperas. Todas las vivencias, emociones, sentimientos, contradicciones, alegrías, frustraciones, luces y sombras, pasaron por estos claustros que ahora piso con respeto y agradecimiento.
            La Cartuja de El Paular, situada en el valle del Lozoya, en la vertiente madrileña de la sierra del Guadarrama, se merecía ese regalo, que hoy podemos visitar. En efecto, la obra maestra de Carducho fue la realización, entre 1626 y 1632, de 56 grandes cuadros para cubrir otros tantos huecos en el claustro. Estos 56 cuadros de diez metros cuadrados cada uno, conocidos como la serie cartujana, le valieron 130.000 reales del prior Juan de Baeza, quien fue el que le encargó el trabajo, y narran la vida del fundador de la orden, san Bruno de Colonia, así como la historia de la orden cartuja. En su taller de la calle de Atocha, auxiliado por sus discípulos Bartolomé Román (1596-1659) y Félix Castello (nieto del Bergamasco), llevó a cabo el encargo, que le tuvo ocupado durante seis años. Con la desamortización en 1835 fueron repartidos entre diversos museos e instituciones de España, pero sorprendentemente - y tras muchas vicisitudes - se conservan 52 de los 54 cuadros del ciclo (dos se perdieron, probablemente quemados por los republicanos durante la Guerra Civil Española, 1936-1939).
            Tras la exclaustración de los cartujos en 1835, el monasterio estuvo abandonado hasta que en 1954 se cedió en usufructo vitalicio a la orden de San Benito. Tras nueve años de trabajo, en el verano de 2006 se finalizó la restauración de los 52 cuadros del ciclo. Ello fue posible merced a los desvelos del estudioso alemán Werner Beutler y de los responsables del Museo del Prado. La tarea fue difícil, teniendo en cuenta que cada uno de los "mediopuntos" mide 3,45 x 3,15 metros, y que el estado de conservación de casi todos era lamentable. Destacan en especial como obras maestras de este conjunto los ya mencionados antes: la Conversión de San Bruno, la Aparición de la Virgen a un hermano cartujo o la Muerte de San Bruno. Otros cuadros narran milagros, apariciones, éxtasis, pesadillas monstruosas y aparatosos martirios, a manera de una gran novela visual. Otros cuadros poseen, como valor añadido, el anecdótico; por ejemplo, en Muerte del venerable Odón de Navarra aparecen retratos del propio pintor y de su amigo Lope de Vega.
            En agosto de 2009 se llevaron a cabo unas importantes obras de restauración y climatización del claustro, precisas para poder obtener el retorno de la serie cartujana de Vicente Carducho a su lugar original,2 proceso que culminó en 2011 con la reinstalación de los 52 lienzos supervivientes de los 56 originales.
            Y, claro, si después de tal empacho de belleza uno se pasa por la tienda de productos monásticos de El Paular, es imposible sucumbir ante tamaño despliegue: pastas, licores, vinos, mermeladas, quesos, miel, y más y más… todo ello de monasterios. Es imposible dejar este extraordinario conjunto artístico sin un halo de nostalgia por la historia allí acumulada y perdida, y por la “mensa” que allí se queda preparada: missa et mensa.



[1] [Vicente Carducho o Vincenzo Carduccio, (Florencia; 1576 ó 1578 - Madrid; 1638)]; pintor barroco de origen italiano, cuya actividad artística se desarrolló en España, maestro de pintores como Juan Ricci, Pedro de Obregón, Francisco Collantes, Bartolomé Román y Félix Castello.

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